La incertidumbre, la inquietud se fue despejando desde que llegué y fui recibido por un grupo heterogéneo, rostros desconocidos, voces ajenas de las que fui apropiándome con ese extraño dinamismo unificador que tienen las luchas comunes. No eran personas abatidas, ni temerosas, inmediatamente intuí la fortaleza de sus principios a través de una animosidad firme y alegre, que nunca se perdió, quizás sean sentimientos contradictorios para quienes crean que tales circunstancias deben enlutar los rostros, trastundar los cuerpos sin entender que el sustento del desafío es recuperar nuestra dignidad y eso es causa de esperanza.
El espacio físico, cargado de historia y de significatividad, fue como un abrazo afectuoso del tiempo.un tiempo que también fue custodiado y observado, para que no diga todo lo sabe, para seguir poniéndole límites al ser, un ser que es ajeno a las cámaras ocultas porque se fue manifestando a todos, incluso a quienes no lo quisieron, como un grito de libertad en un marco de cadenas.
Instintivamente miré hacia atrás y descubrí que comenzaba a privarme voluntariamente no solo de alimento, sino del amor cotidiano de mis hijos y de mi esposa, de esos días siempre nuevos, donde era testigo de su crecimiento, donde era poseedor de sus preguntas, de sus abrazos, de sus llantos y sus risas. Atrás quedaba mi ingreso esperanzado en el aula para compartir el pensamientos de otros y los nuestros, con la abierta posibilidad de construir una sociedad más crítica y democrática.
Los días transcurrieron develando a personas nuevas con ideales, utopías, con broncas y dolor es añejos, con el dilema de una vocación que llama al servicio, pero que se enfrenta con el menosprecio de la persona y me pregunto ¿se puede seguir frente a niños y adolescentes con la resignación de ser postergados, de no ser reconocidos? ¿se puede educar con los ojos y los labios cerrados por el avasallamiento de quienes ostentan las directrices educativas?. De ellos recibí la fuerza diaria, que más allá de la botella de agua o de jugo, estaba centrada en la presencia incondicional de un colega que redescubre su protagonismo en la historia desde la lucha por su dignidad.
Pasaron muchos rostros, manifestando pena, indignación, apoyos y hasta criticas por nuestra decisión tan extrema para algunos y tan insignificante para el gobierno.y nos aprendimos a alimentar de estos gestos de solidaridad, de estas muestras de compromiso con uno mismo y con los otros. No estuvieron ausentes ideologías, intencionalidades políticas, pero como algo necesario de aquellos que enmarcan toda acción desde esta perspectiva, sin embargo nunca fui objeto de adoctrinamiento ajeno a la esencia de esta lucha, si aprendí firmemente que en la compleja diversidad se puede gestar la gozosa unidad.
De este modo cada día la preocupación dejaba de ser la de uno mismo, sino que nuestra mirada y nuestro corazón estaba fijado en el otro, en su fortaleza o debilidad y nos sabíamos responsables de la salud de todos, por eso cada colega que despedimos de la recova porque su cuerpo así lo exigía, sí marcaba en nuestros rostros un rictus de bronca e indignación por la impotencia que genera la indeferencia de un gobierno insensible y ajeno al dolor.
Cada instante de aquella experiencia lo viví como una capacitación gratuita aprendiendo de todo y de todos, incluso del silencio perverso del gobierno, que anteponía porcentajes y amenazas a una realidad innegable: la crisis educativa
Seguramente se trata de una capacitación por la que no se me otorgará puntaje en
Creo que nos fuimos acostumbrando a estar en el último lugar y ese exceso de humildad llevó a que hoy nos miren con desprecio y pongan en duda nuestra profesionalidad, nos convencieron que lo que tenemos es suficiente y demasiado, si somos "solamente maestros". no es así colegas debemos ser ORGULLOSAMENTE MAESTROS, y eso implica volver enamorarnos de nuestra tarea, porque solo lucharemos por aquello que amamos, y defenderemos incansablemente todo lo que ello implica, porque enamorarse de la docencia es hacerlo del aula, de la escuela, de los alumnos, de los padres, pero sobre todo convencerse que sin dignidad no podemos nada.y recibir las migajas que caen de la mesa de los poderosos NO ES DIGNO.
Toda lucha es difícil, toda lucha es un riesgo, pero es necesaria para crecer, para redescubrirnos, para demostrarnos y demostrarles a la sociedad que nuestra función es enseñar para lograr una sociedad mejor, más justa y más humana.y eso no se puede realizar desde escuelas destruidas, eso no se puede realizar desde el facilismo pedagógico, necesitamos refundar la docencia, ocupar el lugar que nos corresponde, reconstruir la escuela pero reconstruyéndonos a nosotros mismos como docentes.
Esta lucha no es solo una cuestión salarial, es mucha más profunda, y por eso nace en nosotros la indignación, porque ese pedazo de tiza, esa letra en la pizarra, pierde significación cuando actuamos como cómplices de un sistema que nos desvaloriza.
Ojala, abandonemos las excusas para no unirnos a esta lucha, más allá de las convicciones políticas y gremiales, ojalá podamos dejar todas las diferencias de lado para valorar nuestra esencia, que mostremos a la sociedad de Salta y de
Prof. Mgter. César Alberto Saldaño D.N.I. 18.443.419
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